Todo el mundo conoce al prócer: valiente, íntegro, visionario. Nos enseñaron que su causa era justa, que su vida fue un modelo de entrega, y que murió con una bandera en el corazón y una cita célebre en los labios. Pero, ¿y si el relato está cuidadosamente editado? ¿Qué pasa cuando su biografía omite casualmente sus negocios turbios, su racismo funcional, o ese pequeño golpe de Estado que convenientemente se pasó por alto en clase? ¿Realmente era tan incorruptible o simplemente tenía buena prensa? ¿Acaso no es sospechoso que todos sus errores se justifiquen como sacrificios nobles mientras a otros se les crucifica por mucho menos? ¿Y si la estatua no conmemora a un mártir sino a un tipo con buenos contactos? Esta categoría desmonta la vitrina pulida donde los próceres se exhiben sin manchas, y revela sus contradicciones, hipocresías y humanidad incómoda. Porque antes de canonizarlos como santos laicos de la nación, quizá deberíamos leer la letra pequeña. El barniz se agrieta. Y debajo hay más de un secreto que no cabe en los sellos postales ni en los discursos escolares.
¡Atrévete a conocer al verdadero personaje detrás del pedestal!