La zona gris de la historia

La Partición de la India

La Partición de la India: el negocio que fingió ser libertad

La libertad no se trocea… salvo que lo pidan Shell y el Banco de Inglaterra

La versión oficial cuenta que La Partición de la India fue una triste pero necesaria división por diferencias religiosas. Que los hindúes y musulmanes no podían convivir, que los británicos hicieron lo que pudieron y que Gandhi ayunó hasta deshidratar el mapa. ¿Pero qué pasa si te decimos que los trazos de la frontera coincidían sospechosamente con rutas ferroviarias, pozos de petróleo y corredores industriales? ¿Y si los grupos sectarios fueron financiados desde Londres con total disimulo mientras las empresas coloniales negociaban dónde quedaban sus intereses? Tal vez la libertad no fue más que una etiqueta para encubrir una operación bursátil. Y el precio lo pagaron millones… con sangre, no con libras esterlinas.

¡Descubre cómo el imperio se marchó, pero se llevó el botín con mapas y bombas!

Ilustración de la partición de la India. Figura corporativa británica en penumbra entrega un saco de dinero a líderes sectarios frente a un mapa fragmentado del subcontinente
Ilustración de la partición de La India que revela con sarcástica precisión cómo los imperios económicos británicos y las élites locales financiaron secretamente a grupos sectarios para desgarrar el subcontinente. Mientras en público se pregonaba la “inevitabilidad” de la división, en la sombra corrían los paquetes de capital a manos de extremistas, y las fronteras se redibujaban para proteger intereses corporativos. Una monumental farsa heroica, cortesía de los negocios coloniales.

La Partición de la India

Cuando la línea se trazó con lápiz… y chequera

Bienvenidos al blog El Capital Tiene Memoria, donde las guerras de independencia no son tan independientes y las revoluciones, más que populares, son financieramente muy bien respaldadas. Hoy toca revisar una de las mayores tragedias del siglo XX, vendida al mundo como “el inevitable parto doloroso de dos naciones hermanas”… mientras en los despachos de Londres se abría el champán y se cerraban contratos. ¿Qué fue realmente La Partición de la India? Un desgarro sangriento que dejó casi dos millones de muertos, catorce millones de desplazados y una frontera que aún hoy supura odio. Pero eso sí: la Bolsa no se resintió.

El relato oficial: libertad, Gandhi, y un pequeño malentendido fronterizo

“Después de siglos de dominio británico, la India logró su independencia en 1947. Aunque la liberación fue un triunfo histórico, las tensiones religiosas entre hindúes y musulmanes derivaron en la partición del territorio en dos Estados: la India y Pakistán. A pesar de los esfuerzos de líderes como Gandhi y Nehru, la violencia fue inevitable. El Reino Unido, en su papel de árbitro neutral, organizó una salida apresurada para evitar más conflictos. A partir de ahí, cada nación siguió su camino.”

Sí, claro. Porque cuando el imperio más puntilloso con la contabilidad colonial decide irse, lo hace de prisa y corriendo, como si hubiera olvidado cerrar el gas. Qué casualidad que el caos se organizara justo donde había recursos estratégicos, infraestructuras clave y bolsas de resistencia anticolonial demasiado organizadas para su gusto.

El oro no reza, pero financia

Si algo ha demostrado la historia imperial británica es que cuando huele a dinero, se le aparece la Virgen… de los beneficios. La narrativa del odio interreligioso espontáneo ha ocultado convenientemente que muchos grupos religiosos violentos fueron regados con generosas aportaciones desde cuentas con acento de Oxford.

Los informes internos del British Foreign Office ya en 1945 advertían del “riesgo económico de una India unificada y neutral en la Guerra Fría”, y sugerían fomentar “la pluralidad política como salvaguarda económica”. Traducción: divide y ganarás. Y mientras tanto, la empresa textil British India Corporation y la Anglo-Iranian Oil Company (hoy BP) celebraban juntas estratégicas para reubicar activos “del lado seguro de la frontera”. Por si la paz les pillaba con los pantalones bajados.

El mapa del saqueo: ¿religión o recursos?

¿Y por qué esa línea, exactamente? ¿Por qué Pakistán no incluye Hyderabad, con mayoría musulmana, y la India se queda Cachemira, de mayoría musulmana también? Vaya, qué misterio.

La Comisión de Radcliffe, encargada de trazar la frontera, hizo su trabajo en cinco semanas y sin pisar el terreno. Para evitar “influencias indebidas”, decían. Pero eso no impidió que los trazos coincidieran sospechosamente con rutas ferroviarias clave, corredores industriales y yacimientos minerales. ¿Casualidad? Como el Brexit, pero sin referéndum ni memes.

El Punjab, dividido a machetazo limpio, era el granero de la región y tenía una red de riego y ferrocarriles que los británicos no querían dejar a merced de un Estado neutral. Así que a dividirlo. ¿Religión? Sí, claro. Después del petróleo y antes de los textiles.

¿Y Gandhi?

Gandhi se opuso a la partición, claro. Con ayunos, cartas y discursos. Muy ético todo. Pero ni los ayunos detienen oleoductos ni las cartas frenan capitales.

La narrativa hagiográfica lo presenta como mártir de la unidad, cuando su visión utópica era una amenaza real para quienes preferían dos clientes débiles a un socio fuerte. El asesinato de Gandhi a manos de un radical hindú (apoyado por círculos nacionalistas con vínculos financieros bastante sospechosos) acabó con la única voz que no obedecía ni a Londres ni a Karachi.

Las élites locales: patriotas de nómina

Mientras las masas se mataban en nombre del dios de turno, las élites de ambos lados preparaban sus cuentas corrientes para el día después. Jinnah y Nehru sabían que un Estado dividido ofrecía más margen de maniobra política (y económica). Ambos fueron cortejados por lobbies británicos con la misma intensidad con la que se les vendían “compromisos constitucionales”.

Un informe de 1946 del Viceroy Lord Wavell detallaba los “contactos estratégicos con líderes musulmanes y hinduistas para facilitar una transición pacífica que asegure la continuidad de contratos comerciales”. Es decir, tú te llevas tu religión, yo mis privilegios, y todos contentos… menos los millones que huyeron con lo puesto o no huyeron en absoluto.

Consecuencias inmediatas: sangre, sudor y desinformación

Cerca de 15 millones de personas cruzaron fronteras improvisadas con miedo y sin saber a dónde iban. Se calcula que un millón y medio murieron, aunque los números reales podrían ser mucho mayores.

La prensa británica, curiosamente, trató la masacre como una “consecuencia inevitable del fanatismo local”. Ni una palabra sobre las armas repartidas por intermediarios financiados desde Londres. Ni sobre los trenes “de la muerte” que cruzaban la frontera vacíos de vida y llenos de cadáveres.

Las cicatrices no son solo demográficas. El trauma cultural, la pérdida de patrimonios familiares, la ruptura de tejidos sociales y económicos… todo quedó como daño colateral. Pero las acciones de las petroleras no bajaron un céntimo. De hecho, subieron.

El legado tóxico: fronteras con minas, memoria con censura

Hoy, más de 75 años después, la herida sigue abierta. Cachemira es un polvorín, las tensiones religiosas se han institucionalizado y ambos países son potencias nucleares con gobiernos que usan el pasado para justificar cualquier presente.

Y mientras tanto, el relato escolar sigue hablando de libertad, inevitabilidad y autodeterminación. Como si el imperialismo hubiese sido un mal necesario y la división, una terapia de grupo. “Lo mejor para todos”, dijeron. Como un divorcio con custodia compartida… de odio.

Epílogo sin redención

La Partición de la India no fue una consecuencia de un conflicto ancestral. Fue una decisión económica encubierta de religiosidad. Fue una operación financiera disfrazada de reconciliación. Y lo peor es que funcionó.

Porque si algo sabe hacer bien el capitalismo colonial es convertir la muerte ajena en dividendos propios. Y que encima parezca que fue por tu bien.

FIN

Resumen por etiquetas

  • Descolonización del Subcontinente Indio
    Esta etiqueta (nueva) es imprescindible, pues el artículo narra la partición como el proceso final de la retirada del Imperio Británico en India. Pero lejos de ser un acto de emancipación desinteresado, se revela como una operación estratégicamente orquestada para asegurar los intereses financieros coloniales a costa de la unidad regional.

  • Asia Central
    Aunque se suele clasificar India y Pakistán como Asia Meridional, en la lógica taxonómica del blog, Asia Central es la más próxima y aplicable para ubicar geográficamente este capítulo. La historia se sitúa plenamente en esta región, donde los imperios, las religiones y las multinacionales jugaron al Risk con vidas humanas.

  • Colonialismo y Descolonización
    La Partición es una joya de museo para estudiar cómo el colonialismo no termina con la bandera bajada. La descolonización fue ejecutada de forma interesadamente caótica, asegurando que lo que se “liberaba” no pudiera convertirse en una amenaza económica para las potencias europeas.

  • Economía y Poder
    El corazón del artículo late con billetes: intereses corporativos, flujo de capital, control de infraestructuras y manipulación de líderes. Lo religioso fue el disfraz; lo financiero, la coreografía real.

  • Religión y Poder
    La instrumentalización de identidades religiosas para sembrar divisiones, justificar masacres y legitimar la reconfiguración territorial es uno de los grandes motores de este capítulo. El sectarismo no surgió solo: fue financiado y dirigido como una campaña de marketing… sangrienta.

  • Instituciones de Poder
    Desde el gobierno británico hasta las empresas coloniales, pasando por la Comisión Radcliffe, el artículo desmonta el papel de estas estructuras como entes “neutrales”. Su intervención fue todo menos imparcial.

  • Pueblos Colonizados
    Son los grandes protagonistas silenciados: millones de personas desplazadas, asesinadas o desarraigadas por decisiones tomadas desde despachos con moqueta y té inglés. Los pueblos pagaron la factura de un acuerdo al que no fueron invitados.

  • Blanquear herencia colonial
    La narrativa oficial ha tratado de suavizar la responsabilidad británica, atribuyendo la violencia a “odios atávicos”. El artículo revela cómo ese blanqueamiento es parte de un relato global que limpia la imagen del Imperio mientras esconde sus cuentas.

  • Omitir responsabilidades históricas
    La omisión es arte en la historiografía colonial: nadie menciona las finanzas, los mapas negociados en Londres o la repartición de recursos. Esta etiqueta es central para señalar cómo la versión oficial deja fuera lo incómodo, que suele ser también lo más revelador.

Series

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