Qatar y la Primavera Árabe: revolución a la carta (de gas)
La historia oficial dice que la Primavera Árabe fue un estallido democrático, una oleada espontánea de pueblos oprimidos que, hartos de dictadores, salieron a la calle con móviles en alto y Twitter en vena para reclamar libertad, justicia y derechos humanos. Desde Túnez hasta Siria, pasando por Egipto, las plazas se llenaron de jóvenes valientes y esperanzados que se jugaban la vida por un futuro mejor. ¡Ah, qué bonito! Casi como un musical de Disney, pero con barricadas.
“Al Jazeera se convirtió en la voz de los sin voz. Los pueblos árabes al fin rompieron el silencio.”
Sí, pero no. Al Jazeera más bien seleccionó a qué voces amplificar y a cuáles silenciar, dependiendo de si ese país molestaba o no a los intereses gasísticos de su jefe: Qatar.
Porque si algo ha demostrado esta revuelta “popular” es que el dinero no solo compra armas, también compra causas. Y cuando hablamos de Qatar, hablamos de dinero, gas y geopolítica. Lo que parecía una revuelta horizontal fue en realidad un tablero de ajedrez donde los peones sangraban y los emires jugaban.
El gas no entiende de derechos humanos
Qatar, ese minúsculo país con más gas que democracia, descubrió muy pronto que una revolución bien financiada es la mejor forma de debilitar al vecino incómodo. Y si además puedes hacerlo en horario de máxima audiencia gracias a tu propio canal de noticias global, mejor que mejor.
Durante las protestas en Egipto, Al Jazeera emitía en bucle las manifestaciones contra Mubarak, mientras ignoraba por completo las revueltas en Bahréin, donde el régimen aliado a Arabia Saudí aplastaba a la oposición con tanques.
¿Coincidencia? No. Bahréin es aliado de Arabia Saudí, y Arabia Saudí es competencia directa de Qatar en el mercado gasístico.
La Primavera Árabe no fue una revolución, fue un casting. Y Qatar hizo de productor, director y guionista. Si tu país estaba en medio de una ruta de gasoducto potencial o era un aliado del enemigo, tu protesta tenía cobertura, hashtags, y probablemente financiación.
Siria: el conflicto energético camuflado de guerra civil
De todos los escenarios, el más sangriento y evidente fue Siria. Allí, el régimen de Bashar al-Ásad no solo era brutal: también era un obstáculo en la carrera por controlar las rutas del gas hacia Europa. Siria había firmado acuerdos con Irán e Irak para construir un gasoducto hacia el Mediterráneo que desafiaba directamente el proyecto qatarí.
“La comunidad internacional no podía permanecer impasible ante la masacre del pueblo sirio.”
Claro que no. Pero la comunidad internacional tardó décadas en inmutarse por Yemen, Palestina o el Sáhara. ¿Por qué Siria sí? ¿Tendrá algo que ver que el gas qatarí necesitara salir por otro lado?
Qatar invirtió millones en financiar a grupos rebeldes sirios, entre ellos a los llamados “moderados” que luego mutaron en islamistas radicales (ups). Lo que parecía una intervención humanitaria se convirtió en una licitación por el futuro energético de Oriente Medio.
Las revueltas que no lo fueron
Curiosamente, en países donde también había represión, desigualdad y corrupción, no hubo revolución. O, si la hubo, nadie la vio.
En Marruecos, Argelia, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes, las protestas fueron sofocadas con discreción y con la misma rapidez con la que desaparecieron de los telediarios.
Vaya, qué mal repartido está el entusiasmo revolucionario. Parece que solo prendía donde molestaba a los rivales de Qatar.
Es aquí donde el relato se tambalea. Porque si la Primavera Árabe fue un despertar democrático generalizado, ¿por qué fue tan selectivo? ¿Por qué los pueblos que protestaban en países aliados de Qatar no merecían cobertura? ¿Por qué Al Jazeera era ciega, sorda y muda cuando el capital así lo ordenaba?
Consecuencias inmediatas: caos, migración y cinismo internacional
Lo que vino después no fue precisamente un cuento de hadas. Libia se convirtió en un estado fallido, Siria en una carnicería interminable y Egipto volvió al autoritarismo pero con uniforme planchado. Millones de personas huyeron de la región, alimentando la crisis migratoria europea mientras Occidente se hacía el sorprendido.
“Occidente no previó las consecuencias del colapso de regímenes estables.”
¿No previó? ¿O simplemente le pareció un efecto secundario asumible para lograr que el gas fluyera sin obstáculos?
El precio del gas se volvió más volátil, los equilibrios geopolíticos se alteraron y, para rematar, el terrorismo encontró un vivero perfecto en la descomposición de estos Estados. Lo que Qatar inició con un micro y una cartera, acabó en atentados en París, trenes blindados en Londres y muros fronterizos en Hungría.
Secuelas actuales: el guion sigue, pero con nuevos actores
Hoy, la narrativa ha cambiado. Al Jazeera ya no parece tan revolucionaria, y Qatar va camino de convertirse en el “abuelito sabio” de las cumbres internacionales. Ha invertido en universidades, arte, fútbol y diplomacia suave. Un lavado de imagen digno de Hollywood.
Pero el modus operandi sigue: financiar, desestabilizar, aprovechar el caos y luego posar en la foto de la paz. La memoria internacional es corta y el gas es urgente.
“La Primavera Árabe fue la chispa que encendió la esperanza de toda una generación.”
Y también la mecha de una manipulación geopolítica a gran escala, patrocinada por intereses energéticos con bandera de arcoíris y billetes de colores.
El Capital Tiene Memoria (y Al Jazeera, un guion)
Este capítulo pertenece a la serie El Capital Tiene Memoria, y es un ejemplo perfecto de cómo las grandes narrativas heroicas suelen tener una letra pequeña escrita con cifras, intereses y mapas de oleoductos. La Primavera Árabe no fue un movimiento orgánico y espontáneo: fue una estrategia selectiva donde el dinero mandaba y las cámaras obedecían.
Y si todavía te crees que fue todo por la democracia… enciende Al Jazeera y observa a quién le están poniendo hoy el micro. Spoiler: no es al pueblo. Es al próximo activo geoestratégico.