Revolución Cubana y Expropiaciones
La Revolución que no fue tan ideológica como parecía
A ver, según el relato oficial, la Revolución Cubana fue un grito desesperado por justicia social, una heroicidad de barbudos idealistas hartos del imperialismo yanqui y del sátrapa tropical de Batista. Y sí, claro, la cosa tuvo su épica: guerrilleros bajando de la Sierra, discursos inflamados, alfabetización a lo bestia y mucho, mucho icono pop para decorar camisetas. Pero, si te pones a escarbar (con guantes, porque el hedor a hipocresía económica es potente), la historia de la Revolución Cubana es también —o sobre todo— una historia de negocios. Negocios enormes. Azúcar, telefonía, petróleo, turismo. ¿Y quién tenía esas joyas de la corona? Pues las de siempre: empresas estadounidenses como United Fruit, ITT o Texaco. ¿Y qué pasó cuando Fidel dijo que aquello de la propiedad privada extranjera se había acabado? Lo que pasa siempre: que a los defensores del libre mercado les entró un ataque de estatismo, pero armado.
«La Revolución Cubana fue una gesta contra la explotación extranjera, una reivindicación de la soberanía del pueblo cubano frente a la intervención de los Estados Unidos.»
Sí, y los Reyes Magos vienen de Oriente. Porque resulta que antes de que llegaran los barbudos, los que explotaban el azúcar cubano eran exactamente los mismos que, luego, financiaron las operaciones para derrocar a Castro cuando les tocaron el bolsillo.
Batista: el CEO tropical de las multinacionales
Fulgencio Batista, el dictador con más sponsors que una escudería de Fórmula 1, no era exactamente un visionario político. Era más bien un gestor eficiente… de intereses ajenos. Durante sus años de poder, Cuba se convirtió en un parque temático para el capital estadounidense: casinos, hoteles, ingenios azucareros, campos petroleros, todo con el sello «Made in USA». A cambio, Batista ofrecía mano dura, silencio mediático y una clase política domesticada. Un paraíso, vamos. Pero la gallina de los huevos de oro empezó a atragantarse cuando la corrupción desbordó hasta a los propios inversores y la oposición comenzó a organizarse.
«Batista era un tirano impopular y corrupto, cuya caída fue inevitable por el empuje del pueblo.»
Claro, y también porque cuando dejó de ser útil a los negocios, se convirtió en prescindible. No hay nada más frágil que un dictador sin rentabilidad.
Los barbudos que se comieron el pastel… y lo repartieron
Cuando Fidel y compañía entraron en La Habana en 1959, no solo se encontraron con un país harto de dictaduras, sino con una economía en modo franquicia norteamericana. Así que la revolución —que al principio no tenía un plan comunista claro— acabó nacionalizando por necesidad… y por estrategia. Se expropiaron tierras, industrias, bancos y hasta las líneas telefónicas, casi todo en manos estadounidenses. ¿Resultado? Las empresas yankis montaron en cólera y pidieron venganza. Y Estados Unidos, que no perdona que le toquen el bolsillo, se la concedió con embargo incluido y con operaciones encubiertas para devolver Cuba a su estado natural: una finca rentable.
«Castro traicionó los ideales democráticos al instaurar un régimen autoritario y aliarse con la URSS.»
Sí, pero antes traicionó a ITT y a Texaco, que es lo que realmente dolió en Washington. Porque lo de la democracia, mientras no se toque el capital, es asunto menor.
United Fruit: el nombre más dulce del cinismo imperial
Si hay una empresa que representa el descaro del capitalismo colonizador es United Fruit. Esta adorable multinacional no solo tenía buena parte de los campos cubanos, sino que ya venía con experiencia en tumbar gobiernos: en Guatemala, en 1954, organizó junto a la CIA un golpe contra Arbenz por atreverse a tocar sus tierras. En Cuba, la historia fue parecida. Solo que esta vez no funcionó tan bien.
«La intervención estadounidense en Cuba respondió a la amenaza comunista en el hemisferio.»
Vamos, que United Fruit perdió sus finquitas y gritó: “¡Marxismo en progreso!”. Lo que viene siendo proteger inversiones bajo la bandera de la libertad.
ITT, Texaco y la pandilla del despojo
ITT (Internacional Telephone and Telegraph, no una banda de rock progresivo), controlaba las telecomunicaciones cubanas. ¿Y Texaco? Pues la gasolina, claro. Todas, empresas que pasaron de brindar con Batista a financiar informes de la CIA sobre “la amenaza roja”. Cuando Castro les nacionalizó, lloraron ante el Congreso, pidieron intervención, y la tuvieron. No solo se les indemnizó mal y tarde —según sus estándares, claro— sino que se convirtieron en lobbistas de guerra encubierta. La CIA, con su flamante Operación Mangosta, contó con sus recursos, contactos y sedes para coordinar sabotajes. Eso no salió en el libro de Historia de tu instituto, ¿verdad?
«La revolución provocó el aislamiento de Cuba debido a su alianza con la Unión Soviética.»
O igual fue que tocaron el negocio de los señores de corbata. Y esos sí que no perdonan ni a Lenin ni a Lennon.
¿Y la ideología qué? Bien, gracias.
La narrativa oficial adorna la Guerra Fría como un choque de visiones del mundo: libertad frente a totalitarismo, democracia frente a comunismo. Pero cuando te fijas en cómo se movía el dinero, esa dicotomía se tambalea. Cuba no fue el tablero donde se jugó una partida moral, sino donde se hundieron los beneficios de las empresas estadounidenses. Y eso sí que dolió. El embargo, las invasiones fallidas, los intentos de asesinato… todo fue menos ideológico de lo que nos contaron.
«Cuba eligió el comunismo como única vía para defender su soberanía.»
¿O eligió el comunismo porque Estados Unidos decidió que ya no era rentable como protectorado?
Consecuencias inmediatas: el embargo que no era por democracia
El bloqueo económico a Cuba, aún vigente, se vendió como respuesta al autoritarismo comunista. Pero empezó mucho antes de que Cuba se declarase marxista-leninista. Comenzó cuando Fidel expropió sin devolver lo que pedían. De ahí, todo fue castigo económico progresivo: suspensión de exportaciones, veto financiero, aislamiento regional. Estados Unidos convirtió a Cuba en un laboratorio del castigo neoliberal: o te portas bien con nuestros inversores, o te quedas sin papel higiénico.
Secuelas persistentes: ideología low cost y memoria selectiva
Décadas después, el mito sigue funcionando. A un lado, los nostálgicos del Che y la revolución justa. Al otro, los adalides de la libertad que olvidan que defendían dictadores mientras fueran rentables. Pero casi nadie habla de lo que realmente motivó la crisis: el dinero. La propiedad. El negocio. Hoy, la memoria colectiva sigue filtrando la historia con gafas ideológicas, mientras los archivos desclasificados de la CIA nos gritan otra cosa: que los conflictos no se financiaban con ideales, sino con dividendos.
«La historia de Cuba es la historia de un pueblo que eligió su destino.»
Bueno… si el destino se mide por el precio del azúcar y las llamadas internacionales, igual fue una subasta más que una elección.
Y con esto llegamos al corazón de esta serie: El Capital Tiene Memoria. Porque si algo queda claro es que en Cuba no se jugó una partida de ajedrez ideológico, sino un Monopoly con pólvora.